miércoles, 12 de agosto de 2020

Lecturas

 Hola mis pequeños, hoy os voy a dejar unos cuantos cuentos de un autor que me gusta mucho, Jorge Buacay, de hecho, en la cuarentena uno de los exámenes era leer uno de sus cuentos "El buscador". Me gusta mucho porque sus cuentos siempre tienen mensaje, que son los que a mi me gusta. Cada día os voy a ir colgando unos cuantos y me contáis en comentarios cuál es el que más os ha gustado ¿vale?

Un besito.

Os quiero.


COMO CRECER? 

Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo. El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino. Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid. Y la Vid se moría porque no podía florecer como la Rosa. La Rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como el Roble. Entonces encontró una planta, una fresia, floreciendo y más fresca que nunca. El rey preguntó: ¿Cómo es que creces saludable en medio de este jardín mustio y sombrío? No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías fresias. Si hubieras querido un Roble o una Rosa, los habrías plantado. En aquel momento me dije: "Intentaré ser Fresia de la mejor manera que pueda". 

 

Ahora es tu turno. Estás aquí para contribuir con tu fragancia. Simplemente mirate a vos mismo. No hay posibilidad de que seas otra persona. Podes disfrutarlo y florecer regado con tu propio amor por vos, o podes marchitarte en tu propia condena... 


ANIMARSE A VOLAR 

..Y cuando se hizo grande, su padre le dijo:  

-Hijo mío, no todos nacen con alas. Y si bien es cierto que no tienes obligación de volar, opino que sería penoso que te limitaras a caminar teniendo las alas que el buen Dios te ha dado.  

-Pero yo no sé volar – contestó el hijo.  

-Ven – dijo el padre.  

Lo tomó de la mano y caminando lo llevó al borde del abismo en la montaña.  

-Ves hijo,  este es el vacío. Cuando quieras podrás volar. Sólo debes pararte aquí, respirar profundo, y saltar al abismo. Una vez en el aire extenderás las alas y volarás...  

El hijo dudó.  

-¿Y si me caigo?  

-Aunque te caigas no morirás, sólo algunos machucones que harán más fuerte para el siguiente intento –contestó el padre.  

El hijo volvió al pueblo, a sus amigos, a sus pares, a sus compañeros con los que había caminado toda su vida.  

Los más pequeños de mente dijeron:  

-¿Estás loco?  

-¿Para qué?  

-Tu padre está delirando...  

-¿Qué vas a buscar volando?  

-¿Por qué no te dejas de pavadas?  

-Y además, ¿quién necesita?  

Los más lúcidos también sentían miedo:  

-¿Será cierto?  

-¿No será peligroso?  

-¿Por qué no empiezas despacio?  

-En todo casa, prueba tirarte desde una escalera.  

-...O desde la copa de un árbol, pero... ¿desde la cima?  

El joven escuchó el consejo de quienes lo querían.  

Subió a la copa de un árbol y con coraje saltó...  

Desplegó sus alas.  

Las agitó en el aire con todas sus fuerzas... pero igual... se precipitó a tierra...  

Con un gran chichón en la frente se cruzó con su padre:  

-¡Me mentiste! No puedo volar. Probé, y ¡mira el golpe que me di!. No soy como tú. Mis alas son de adorno... – lloriqueó.  

-Hijo mío – dijo el padre – Para volar hay que crear el espacio de aire libre necesario para que las alas se desplieguen.  

Es como tirarse en un paracaídas... necesitas cierta altura antes de saltar.  

Para aprender a volar siempre hay que empezar corriendo un riesgo.  

Si uno no quiere correr riesgos, lo mejor será resignarse y seguir caminando como siempre, pero puedes perderte grandes cosas...


EL ELEFANTE ENCADENADO 

Cuando yo era chico me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante. Durante la función, la enrome bestia hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a una pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad, arrancar la estaca y huir. 

El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces? ¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía en la sabiduría de los grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: 

-Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan? No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. 

Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó, tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía... 

Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE. Él tiene registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. 

Jamás... jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...  


EL OSO 

Esta historia habla de un sastre, un zar y su oso.   

Un día el zar descubrió que uno de los botones de su chaqueta preferida se había caído. 

El zar era caprichoso, autoritario y cruel (cruel como todos los que enmarañan por demasiado tiempo en el poder), así que, furioso por la ausencia del botón mandó a buscar a su sastre y ordenó que a la mañana siguiente fuera decapitado por el hacha del verdugo. 

Nadie contradecía al emperador de todas la Rusia, así que la guardia fue hasta la casa del sastre y arrancándolo de entre los brazos de su familia lo llevó a la mazmorra del palacio para esperar allí su muerte. 

Cuando, cayó el sol un guardián le llevó al sastre la última cena, el sastre revolvió el plato de comida  con la cuchara y mirando al guardián dijo – Pobre del zar. 

- El guardián no puedo evitar reírse - ¿Pobre del zar?, dijo pobre de ti tu cabeza quedará separada de tu cuerpo unos cuantos metros  mañana a la mañana. 

- Si,  lo sé pero mañana en la mañana el zar perderá mucho más que un sastre, el zar  perderá la posibilidad de que su oso la cosa que más quiere en el mundo su propio oso aprenda a hablar. 

- ¿Tú sabes enseñar a hablar a los osos?, preguntó el guardián sorprendido. 

- Un viejo secreto familiar... – dijo el sastre. 

Deseoso de ganarse los favores del zar, el pobre guardián corrió a contarle al soberano su descubrimiento: 

¡¡El sastre sabía enseñarle a hablar a los osos!! 

El zar se sintió encantado. Mandó rápidamente a buscar al sastre y le ordenó: 

-¡¡Enséñale a mi oso a hablar!!- dijo el zar cuando lo tuvo ante él. 

- Me gustaría complaceros pero la verdad, es que enseñar a hablar a un oso es una ardua tarea y lleva tiempo... y lamentablemente, tiempo es lo que menos tengo... 

-El zar hizo un silencio, y preguntó ¿cuánto tiempo llevaría el aprendizaje? 

- Bueno, depende de la inteligencia del oso... Dijo el sastre. 

- ¡¡El oso es muy inteligente!! – interrumpió el zar 

– De hecho es el oso más inteligente de todos los osos de Rusia. 

- Bueno, musitó el sastre... si el oso es inteligente... y siente deseos de aprender... yo creo... que el aprendizaje duraría... duraría... no menos de...... DOS AÑOS.   

- Alteza  - dijo el sastre – Si tu mandas al verdugo a ocuparse de mi cabeza, mañana estaré muerto, y mi familia, se las ingeniará para poder sobrevivir. Pero si me conmutas la pena, yo tendré que dedicarle el tiempo a trabajar, no podré dedicarme a tu oso... debo mantener a mi familia. 

- Eso no es problema – dijo el zar – A partir de hoy y durante dos años tú y tu familia estarán bajo la protección real. Serán vestidos, alimentados y educados con el dinero de la corte y nada que necesiten o deseen, les será negado... Pero, eso sí... Si dentro de dos años el oso no habla... te arrepentirás de haber pensado en esta propuesta... Rogarás haber sido muerto por el verdugo... ¿Entiendes, verdad?. 

- Sí, alteza. 

El zar pensó un momento y luego ordenó:   

- Bien, tu pena será suspendida por dos años, mientras tanto  tú entrenarás al oso. ¡Mañana empezarás! 

- Bien... 

- ¡¡Guardias!!  - gritó el zar – Que lleven al sastre a su casa en el carruaje de la corte, denle dos bolsas de oro, comida y regalos para sus niños. Ya... ¡¡Fuera!!.   

El sastre en reverencia y caminando hacia atrás, comenzó a retirarse mientras musitaba agradecimientos.   

- No olvides-  le dijo el zar apuntándolo con el dedo a la frente – Si en dos años el oso no habla...–  ya verás...


Cuando todos en la casa del sastre, pensando que lo habían ejecutado y lloraban por la pérdida del padre de familia, el hombre pequeño apareció en la casa en el carruaje del zar, sonriente, eufórico y con regalos para todos. 

La esposa del sastre no cabía en su asombro. Su marido que pocas horas antes había sido llevado al cadalso, volvía ahora, exitoso, acaudalado y exultante... 

Cuando estuvo a solas el hombre le contó los hechos. 

- Estás LOCO – chilló la mujer – enseñar a hablar al oso del zar. Tú, que ni siquiera has visto un oso de cerca, ¡Estás, loco! 

Enseñar a hablar al oso... Loco, estás loco... 

- Calma mujer, calma. Mira, me iban a cortar la cabeza mañana al amanecer, ahora... ahora tengo dos años... En dos años pueden pasar tantas cosas en dos años. 

En dos años... – siguió el sastre -  se puede morir el zar... me puedo morir yo... y lo más importante... por ahí el ¡¡oso habla!! 





Mañana más.

Podéis dejarme en comentarios vuestras opiniones de los cuentos.


Muaaaa


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.